Somos transparentes Estructura orgánica-normativa Ley 2/2007, de 15 de Marzo, de Sociedades Profesionales. Ley estatal 19/2013, de 9 de diciembre, de transparencia, acceso a la información pública y buen gobierno. Ley Canaria 12/2014, de 26 de diciembre, de...
LA NOVELA GANADORA DE LA RESIDENCIA LITERARIA INFANTIL: EL DETECTIVE MAGISTRAL
Dulce Xerach
Comparte este contenido en un click 👇🏽
EL DETECTIVE MAGISTRAL
¡Hola a todos! Soy Steven Fols, también conocido como “El detective magistral” y, como mi nombre indica, soy un detective que resuelve misterios, asesinatos, robos, etc. en las Islas Canarias. Empecé mi carrera de detective a los diez años, al enterarme de que había desaparecido la momia más antigua que había en el museo de mi pueblo. Me sorprendió tanto la desaparición de la momia que me puse a investigar. Investigué en internet, pregunté al personal del museo, miré las cámaras de seguridad del museo, hasta que, al fin, descubrí quién había robado la momia en un tiempo record e hicieron una fiesta en mi honor. Salí en la tele, en los periódicos y en internet y desde ese día se me reconoció como “El detective magistral”. Cuando vi que resolver misterios era muy divertido decidí que de mayor me dedicaría a ser detective y me llamaría Detective Magistral. Cuando tuve la edad suficiente me compré un despacho en Tegueste, en el barrio de El Portezuelo. Desde ese día he resuelto crímenes de todo tipo y he hecho historia en mi carrera como detective, pero no todo me ha ido como me esperaba porque he tenido complicaciones, como las del pasado viernes. Ese día yo estaba en mi despacho, más aburrido que una ostra, bebiendo café y comiendo galletas de chocolate sin parar cuando de repente tocaron en la puerta. Quien tocó la puerta, la tocó tan fuerte, que creía que la puerta se caía y se derrumbaba. –Puede pasar -dije. Y por la puerta entró una señora, joven, morena, con pelo corto y un vestido morado de rayas con un sombrero a juego. La señora tenía la cara más roja que un tomate, tanto, que creía que iba a explotar. – ¡Señor detective, señor detective! –Tranquilícese, señora, le dije con un tono suave, siéntese y dígame lo que le pasa. La señora parecía que se iba relajando porque ya no tenía la cara tan roja. –Mire-me dijo-yo soy Cristina Álvarez y he venido hasta aquí tan estresada porque mi marido, Carlos Méndez, ha desaparecido ¡y no se sabe nada de él! Lo he llamado, pero se dejó el móvil, su cartera y sus llaves en casa y eso es muy raro porque él no sale nunca sin esas tres cosas.–Vale-le dije-iré a su casa mañana por la mañana para revisar si hay algo sospechoso. Se fue un poco más tranquila. A las cinco de la tarde, tocaron de nuevo en la puerta como si no hubiera un mañana. -¡Es que aquí no hay or…! Paré de hablar porque al abrir la puerta una avalancha de señoras intentaban entrar a empujones. Cerré la puerta de un golpetazo para que aquella avalancha de señoras no me matara a empujones. -¡Señoras-grité-un poquito de orden, por favor! Y cuando volví a abrir la puerta ya se habían relajado. Estuve, por lo menos, una hora atendiendo a diez mujeres y todas me decían lo mismo. ¡Mi marido ha desaparecido! Ya estaba harto de que me dijeran esa maldita frase y para colmo vino mi hermana diciéndome que tenía que cuidar de su hija por una semana porque se iba a Hawaii. ¡Hawaii! Eso era lo que necesitaba yo, un viaje por tanto estrés. Además, mi sobrina no paraba de darme la lata. Sólo tenía diez años y no podía ser más desquiciante. A la mañana siguiente fui a todas las casas de todas las señoras con Alba, mi sobrina, que por lo menos se ponía a hablar con las señoras para tranquilizarlas, mientras, yo podía investigar las casas tranquilamente. La verdad no encontré nada extraño para denominarlo crimen o asesinato, pero sí había algo en todas las casas que coincidía. En todas las casas había un pos-it que ponía: LLÁMAME 666 555 440 BESOS.
¡Esa era la clave! Lo tenía segurísimo. Recogí el último pos-it de la última casa para investigarlo en mi despacho. Era muy raro que Alba estuviera tan callada. No tenía que haber dicho nada porque en ese momento vino Alba y me dijo: -Oye, tío, ¿te podría ayudar como detective? Porfa, tío, que nunca me dejas hacer nada. –Eso es verdad, pero ahora mismo tenía mucho trabajo que hacer. Le dije que esperara un momento a que hiciera una cosa super mega importante de detectives y que mientras tanto se pusiera a ver la tele o a leer lo que sea que le gustara leer. Cerré la puerta y la tranqué para que no me molestara. Cogí el pos-it y muchos apuntes más e hice un collage típico de los misterios:
Después de un buen rato miré el reloj y me di cuenta de que era la una en punto. ¡La una en punto! Sí que había pasado el tiempo, pero eso no era lo que me preocupaba, era ¡que no le había hecho de comer a Alba! Salí de mi habitación rapidísimo y cuando me vi a Alba en el sillón me extrañó mucho porque estaba leyendo un libro titulado “Diez negritos” de Ágatha Christie. Recordaba oír hablar de esa escritora y, que, la llamaban la dama del crimen por las tantas historias que había escrito de novela negra. Me pareció extraño que a una niña de diez años le gustara leer libros sobre asesinatos y suicidios, pero lo dejé pasar. Fui a la cocina, preparé un arroz a la cubana y llamé a Alba para que viniera a comer. Alba me dijo que antes de comer tenía que tomarse una medicina que guardaba en su mochila. Justo en ese momento me llegó un mensaje de mi hermana diciéndome que antes de comer le diera un medicamento que le habían recetado el médico porque estaba muy mal de la garganta, y que lo tenía en su mochila. Eran 500 mililitros de jarabe. Pues me puse manos a la obra y le di el jarabe, comimos y volví a mi despacho. Aquel teléfono me resultaba familiar. Abrí mi ordenador y busqué en internet aquel número y al darle a buscar me salió el teléfono del Ayuntamiento de La Laguna. ¡Claro! Por eso me sonaba tanto. Fui rápidamente a por el teléfono y marqué el número de pos-it. Me lo cogió una chica que decía ser la secretaria del alcalde y le dije que quería una cita urgente con el alcalde. La secretaria me dijo que tendría esa cita al día siguiente por la mañana, colgué y me eché una larga siesta en el sofá. Esa siesta me la merecía. Me desperté a las siete menos cuarto y empecé a hacer la cena y ésta vez hice una pizza que tenía por ahí congelada desde hacía algún tiempo. Después de cenar fui al baño y, mientras iba me sorprendió ver a Alba coger la medicina que le había dado por la mañana y meterla en un mini botecito de plástico pero, nuevamente, lo dejé pasar y seguí de largo mi camino hacia el baño. A la mañana siguiente me desperté con el sonido del despertador, que había puesto por la noche a las nueve de la mañana. Después de despertarme me vestí y preparé para desayunar unos crepes para Alba y para mí. Tras untar los crepes con Nutella fui a despertar a Alba para no llegar tarde a la cita con el alcalde y, cuando llegué, no se quería levantar de la cama. Parecía como si se hubiera quedado toda la noche despierta. Pasados cinco minutos se levantó como un zombi hacia la mesa mirando el crep fijamente, con una enorme baba cayéndole de la boca. El desayuno fue rápido y como Alba no tardó mucho en vestirse llegamos temprano al Ayuntamiento. Al entrar, la que me había atendido, llamada Vera, nos llevó hasta el alcalde, que estaba sentado, medio acostado, y nos estaba esperando mientras se bebía un té verde. –Buenos días-dijo Omar, el alcalde.-Vera me ha comentado que quería verme urgentemente. -Así es-dije-en estos momentos estoy resolviendo un caso de muchas personas desaparecidas y las pistas me traen hasta aquí. –Pues aquí no hay nada sospechoso, dijo, y bebió un sorbo de su té verde. En ese momento pareció ahogarse con la bebida, sus facciones se crisparon y su rostro adquirió una tonalidad púrpura. Trató de respirar, pero se derrumbó al pie de la silla, mientras se le caía la taza de la mano. Sucedió de forma tan repentina e inesperada, que Alba y yo nos quedamos sin aliento, incapaces de hacer nada, excepto contemplar anonadados el cuerpo inerte del alcalde. – ¡Dios mío! ¡Ha muerto!, gritó Alba. En ese momento cogí el teléfono para llamar a la policía. Cuando llegó la policía nos interrogaron y, después del interrogatorio, nos dejaron ir. Cuando nos montamos en el coche me llegó una llamada de un número que nunca había visto. Creía que era algún tipo de spam pero me equivocaba. –Hola Steven-me dijo cuando acepté la llamada. – ¡Pero cómo sabes mi nombre!-grité bajito asustado para que Alba no oyera la conversación. –Eso ahora no importa-siguió hablando aquella voz que me resultaba familiar. –Si quieres saber quién soy, reúnete conmigo en el hotel abandonado de Añaza ahora mismo. Y colgó. Quería saber quién era esa persona y si me iba a ayudar con mi caso. Tenía miedo de que fuera una trampa o que le pudiera pasar algo malo a Alba. Pero tenía mucha curiosidad y como dice el dicho “la curiosidad mató al gato pero el gato murió sabiendo”. No me lo pensé dos veces. Puse el GPS hacia el hotel abandonado de Añaza y le dije a Alba que iríamos allí porque era parte de mi trabajo. Cuando llegamos me pareció muy bonito para conocer a alguien tan misterioso. Salimos del coche y cuando entramos dentro del hotel me quedé sin aliento al ver una gran montaña de cadáveres de hombres. ¡Allí estaban todos los desaparecidos! Carlos Méndez, Diego Batista, Yeray Castro, Lucas Monteiro, Héctor Sánchez, Darío Pérez, Gabriel Rodríguez, Manuel Brito, Gabriel Zamora, Hugo Díaz y Pepito Guerra. No podía creer que a las personas que buscaba las habían asesinado. Tenía la sensación de que el asesino nos estaba observando. En ese mismo instante apareció Vera, la secretaria de Omar, y se dirigió a mí. –Si piensas lo que creo que estoy pensando, sí, soy la asesina. A los veinte años tuve un novio muy machista hasta el punto de que intentó asesinarme, pero yo lo hice antes. Desde ese día, en el Ayuntamiento, cada vez que escucho a una mujer quejarse de su marido lo asesino, y he estado asesinando a hombres machistas, porque ya estoy harta de que los hombres nos traten como a sus esclavas, y, por si no lo sabías, también el alcalde me trataba mal. Y tu sobrina Alba ha estado practicando para ayudarme, desde que se alió conmigo al contarme en sus clases de violín de las que soy profesora que tú no la dejabas ayudarte. Fue ella la que envenenó al alcalde. -¿Eso es verdad, Alba?-dije. Alba asintió con la cabeza. En ese momento, apareció la policía, porque como buen detective que soy los había avisado antes de acudir a mi cita. La policía se llevó a Vera a la cárcel y a Alba a un internado. A la mañana siguiente me llamaron para decirme que Vera había desaparecido y nunca descubrí dónde se encontraba…
FIN
Black Swan
0 comentarios