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13 Sep, 2022

Sobre cómo salvar a las islas del mundo de los desastres por venir. Hacia una cultura de la seguridad.

Dulce Xerach

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La incertidumbre climática obliga a poner el foco en la necesidad de caminar hacia una cultura de la seguridad. La única certidumbre climática es que todo está cambiando y que muchas islas del mundo peligran de una u otra manera. Como islas, son territorios más frágiles que los continentales y requieren medidas a escala, verdaderamente pensadas para cada una de ellas porque no solo afecta a los insulares sino a toda la humanidad.

Se sabe es que existen más de 11.000 islas habitadas permanentemente en los océanos, lagos y mares del mundo. Estas 11.000 islas tienen muchas formas y tamaños y representan casi todas las unidades ecológicas en que se divide la biosfera , y no son las únicas, pues existen otros miles de islas e islotes sin habitar con una valiosa biodiversidad que el planeta no debería perder, y de las que solo la especie humana puede ocuparse.

El fin de las certezas climáticas tiene que llevarnos a rediseñar la forma en la que construimos y diseñamos nuestras infraestructuras, sin fundamentalismos, pero sí con mucho sentido común y aumentando la velocidad de la toma de decisiones públicas.

Durante el verano de 2022 Europa sufrió la peor sequía en 500 años, según la Comisión Europea. La sequía no sólo arruina los cultivos, va mucho más allá. Numerosas ciudades, pueblos e islas europeas, tienen problemas para abastecerse de agua y dependen del reparto diario de camiones cisterna o soluciones similares. En Canarias no podríamos vivir sin las desaladoras de agua del mar que aprendimos a utilizar casi antes que nadie.

Si bien es cierto que las olas de calor han ocurrido siempre, como han tenido lugar siempre huracanes, riadas y lluvias torrenciales, tormentas de nieve, erupciones volcánicas, incendios forestales y otros muchos fenómenos meteorológicos, no podemos olvidar tampoco que nuestro efecto, el de los homo sapiens, con los gases de efecto invernadero que expulsamos a la atmósfera, han acelerado los procesos de dicho cambio climático. Es fundamental que muchas de nuestras infraestructuras que ya están  hechas, sean revisadas, ya que fueron planificadas y ejecutadas para unas condiciones que ya no existen, y por otro lado, las nuevas infraestructuras que seguimos necesitando en las islas, las que se han de construir en el futuro, y que tienen que ser miradas de frente, analizando su resistencia a la meteorología más variable que se pueda imaginar, para que los márgenes de seguridad de la población sean realmente buenos, para sentirnos protegidos de verdad.

Los barrancos desbordados, las avalanchas de agua, los saltos de las alcantarillas, son solo una parte de cualquier pequeño desastre climático. Como recuerda César Quevedo, director general de SENER “Y además los otros daños que no vemos, porque cada desastre, cada riada, cada Delta con vientos huracanados, cada volcán en erupción no siempre son algo espectacular ni visible al ojo humano. En La Palma hemos visto como muchos de los sistemas de infraestructuras de la isla colapsaron, no soportaron la presión. Y muchas de esas pérdidas, aunque no todas, tal vez podrían haberse evitado.”

Las consecuencias de un desastre sobre las infraestructuras en general llegan incluso a  tener efectos incluso en las zonas no afectadas. Un estudio realizado por la OCDE sobre las potenciales consecuencias de una gran inundación simulada en París apunta que mientras que las infraestructuras se llevarían entre un 30% y un 55% de los daños, entre el 35% y el 85% de las pérdidas económicas serían consecuencia de la disrupción del transporte y el abastecimiento eléctrico y no por la inundación por sí misma.  Y aquí, en Canarias, lo hemos visto muchas veces. Durante la riada de Santa Cruz de Tenerife más de 2000 vehículos acabaron en el mar, muchas carreteras fueron cortadas y el suministro eléctrico tardó varios días en llegar a muchos hogares de la ciudad. Además, ya no estamos hablamos solo de puentes y edificios ahora las torres de  transmisión eléctrica son fundamentales, como los cables de fibra óptica, los centros de datos, y, actualmente, todos los existentes (o casi) son vulnerables.

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